viernes, 18 de septiembre de 2009

Consejos para hacer de la lectura un hábito en los niños y jóvenes

Hoy más que nunca, la lectura corre el riesgo de ser vista por los niños como una imposición más de los padres, maestros, profesores y bibliotecarios. Y para evitar esto, aconsejamos:

  • No obligar a leer.

Como toda actividad, la lectura requiere constancia para convertirse en hábito. Nunca se debe obligar a leer, pero sí se puede (y debe) convertir en un hecho cotidiano. La clave radica en que llegue a formar parte del tiempo de ocio, como ver la televisión o jugar. En edades muy tempranas, serán el padre y la madre los que directamente realicen esta función. Con el tiempo, el espacio dedicado a la lectura se ampliará, y serán los propios niños quienes decidan cuánto, cuándo y dónde van a leer. De ahí, la importancia de involucrar a los padres en la promoción. En ellos, se debe crear este hábito que conduce a mejorar sus relaciones comunicativas con el hijo y a alegrarle su niñez al tiempo que lo instruye.

  • Colocar los libros en forma accesible.

Aunque no se trata de juguetes, los libros, tanto los propios como los ajenos, deben estar accesibles. Es necesario quitarles ese estatus de objeto importante y que sólo adornan los libreros. Es más, se han de potenciar las bibliotecas propias desde que nacen, porque un libro, después de leerse, traspasa el umbral de lo meramente material. Por ello, aunque están en la biblioteca; que es su lugar, hay que desarrollar una política para su difusión.

  • Visitar las librerías.

Las ferias o exposiciones pueden convertirse en un entretenimiento que acerque la literatura a los hijos. La idea de verse rodeado de tantas posibilidades familiariza al niño con este tipo de comercio y le añade atractivo. Además, si se le da una cantidad de dinero con el objeto de elegir el título que le guste, comenzará a desarrollar criterios de compra y aprenderá a distinguir qué obra merece la pena adquirir.

  • Desarrollar un hábito diario de lectura.

Leer todas las noches un cuento a los más pequeños se convertirá con el tiempo en un hábito de lectura diaria.

  • Resolver las dudas.

Se deben buscar juntos en el diccionario los términos que no se entiendan. Con ello, se inculca la buena práctica de ampliar el vocabulario.

  • No prohibir la lectura de determinados libros.

Es necesario prestar mucha atención en la edad crítica de la adolescencia, porque grandes lectores infantiles se pierden en esa etapa. En ese sentido, la libertad de elección es determinante. Nunca se deben prohibir títulos. En lugar de ello, es importante explicar por qué no se va a entender lo que se lee, y cuál es el motivo por el que no debe perderse el tiempo. De esta forma, se logrará despertar su espíritu crítico.

  • Ser socio de alguna biblioteca.

Una práctica fácil de realizar es hacerse acompañar por los hijos desde muy pequeños cuando se visita la biblioteca.

  • Buscar una adaptación a los gustos.

Todo es susceptible de convertirse en una excusa para acercar a la lectura: un tema de actualidad, efemérides de personas o hechos que les llamen la atención o una película que los entusiasme: son ocasiones excelentes para suscitar la pasión por los libros.

  • Compartir la lectura.

Cuando los niños crecen, se les pueden ofrecer libros que lean los padres. La lectura será un tema atractivo de conversación entre padres e hijos.

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